Por Elsa Scopazzo Soy una gran admiradora de Borges y su obra. Es un autor reconocido mundialmente y que reúne ideas o culturas que son a veces como distantes, contrarias. Beatriz Sarlo lo llamó el escritor en las orillas, porque está en el borde donde se pliegan Europa y América. Por un lado su abuela Haslam, inglesa, protestante, gran lectora de la Biblia , y por otro la abuela materna Acevedo, criolla, católica para quien el Antiguo Testamento era un misterio Además una madre heredera de esa cultura y un padre librepensador. ¿Y por qué lo marco como antagónicos? Porque un librepensador es una persona que forma sus opiniones sobre la base del análisis imparcial de hechos y que es dueño de sus propias decisiones, independientemente de la imposición dogmática de alguna institución, religión, tendencia política o de cualquier movimiento activista que busque imponer su punto de vista ideológico o cosmovisión filosófica. Su madre rezaba el Rosario y su padre leía a Spencer. No siempre. Doga y librepensamiento son irreconcialiables. San Agustín fue respetuoso del mundo pagano grecorromano. Tomás Moro, Erasmo de Roterdam eran hombres de fe. Maimónides, judío en la España cristiana invadida por el Islam pudo entender las tres corrientes. Como este término empezó a usarse para definir a los filósofos franceses ilustrados del siglo XVIII y actualmente existen estrechas relaciones entre la palabra librepensamiento y los términos escepticismo y laicismo. Sin embargo, una definición precisa hay que buscarla en el origen histórico del pensamiento revolucionario que dio origen a movimientos como la Reforma, la Ilustración, y a la Revolución francesa. . El término librepensamiento a partir de la Ilustración define una actitud filosófica consistente en rechazar todo dogmatismo, no sólo de tipo religioso y confiar en la razón para distinguir lo verdadero de lo falso. Hay un personaje histórico que se ha transformado en el representante del librepensamiento: Giordano Bruno que fue quemado en Campo di Fiori en el 1600. Y fue llevado a la hoguera con la boca atada para que no pudiera seguir hablando. Hubo muchas víctimas de esa crueldad ideológica. Si leemos la abjuración de Galileo, a los 70 años, arrodillado sobre las losas, arrepintiéndose entre comillas, de su teoría sobre el Universo para salvarse de la hoguera quedás entre horrorizada e indignada. Hubo muchas víctimas del dogmatismo religioso, científico y de cualquier tipo, de la intolerancia, que murieron por no renunciar a sus ideas.
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