Este magazine está dedicado a los emprendedores de la vida. Pero qué significa la palabra emprendedor. Según el DRAE: un emprendedor es quien emprende con resolución acciones o empresas innovadoras. Y vaya si en la vida, si en el tránsito cotidiano por este planeta ponemos en acción el espíritu emprendedor para enfrentar nuevos retos, proyectos y alcanzar mayores logros.

Para enfrentar la vida diariamente debemos tener iniciativa, ser innovadores, creativos, asumimos actitudes de liderazgo en nuestro entorno, manejamos nuestras finanzas y trabajos, enfrentamos retos, solucionamos problemas, negociamos, tratamos de generar empatía, hacemos networking permanentemente, tomamos decisiones, asumimos riesgos, vivimos las consecuencias de nuestras acciones y muchas veces, pero muchas veces somos resilientes, sin darnos cuenta. Intentamos entender y manejar nuestras emociones. Todo esto dentro de nuestra esfera afectiva, social y económica. Y no está demás dejar salir la pasión en el día a día.

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La mediación



Frente a los conflictos que inevitablemente nos toca vivir, la actitud negociadora es eficaz para conducirnos en un proceso en el que todos podemos ganar. La negociación en sus diversas formas tiene muchas y concretas ventajas comparándola con el resto de los métodos –por lo general violentos– a los que recurrimos. Podemos ser agentes pacificadores allí donde estemos y cualquiera sea el rol que desempeñemos.
I. Sobre el conflicto.
1) Es una realidad con la que convivimos todo el tiempo. Tan antigua como el primer ser humano que tuvo al frente, o al lado, a otro ser humano. Se estableció entonces y para siempre, lo que definimos como “relación social”, que se traduce en el comportamiento recíproco de dos o más individuos que orientan comprenden y resuelven sus conductas teniendo en cuenta la de los otros. Son de acuerdo, cooperativas o coincidentes si los objetivos son comunes o coincidentes o son conflictivas si los objetivos son incompatibles o se perciben como incompatibles. Cotidianamente nos vemos en situaciones familiares, vecinales, contractuales, de dependencia, societarias, empresariales y tantas otras, con iguales o de otro nivel o jerarquía, en la que una parte quiere obtener algo y otra parte se opone, lo traba, de modo que los objetivos de uno no aparecen como compatibles con los del otro. Y esto es así aún cuando tengan estas partes, objetivos que son comunes parcialmente. Si repasáramos uno de nuestros días, comprobaríamos que afrontamos continuamente conflictos de todo tipo, menores algunos y mayores otros y que hemos actuado de distinta manera frente a ellos. Sí podemos asegurar que si de alguno nos hemos ocupado o hemos resuelto, seguramente debimos considerar quién era el otro, que quería, tener en cuenta sus actos, el poder de cada uno, las consecuencias de la conducta propia y del otro, en fin: hemos negociado o intentado negociar sin darnos cuenta quizás, de todo lo que se ha puesto en juego en cada situación. Cada una de las decisiones tomadas se ha visto influida por muchas cuestiones, que los estudiosos de este tema definen justamente como los elementos del conflicto.
2) El conflicto no es malo per se. Permite, como las crisis, poner en juego la creatividad, avanzar, superarse  y ensayar nuevas  formas de administrarlo. Y esto es válido para los conflictos en el seno de una familia, unida o en proceso de separación, conflictos entre hermanos, entre herederos, entre consorcistas por las obras que unos quieren y otros no, entre el empleado que quiere ganar más y el empleador que quiere pagar menos, entre gerentes que pretenden  el mismo despacho o más dependientes, socios minoritarios enfrentados con la mayoría, docentes contra directivos, alumnos contra sus pares, sindicatos entre sí, naciones contra otras, etc. etc. Y emprendedores también que se inician en una nueva actividad y tienen que comenzar a negociar con proveedores, locadores, etc. A propósito mencioné este variado menú para darnos cuenta de dos cosas: que todos los conflictos entran en aquella definición que dimos al principio –cualquiera sea su entidad y complejidad, reconociendo -claro- que pueden presentarse peculiaridades y que sólo una pequeña porción de los conflictos  pueden ser resueltos buscando soluciones en el sistema jurídico. Y esto último se da porque una inmensa cantidad de las pretensiones incompatibles de las que hablamos, pertenecen al amplio universo de lo permitido, de lo que no está sancionado.
II. Modos de resolución. Existen muchos inventarios de métodos, violentos y pacíficos. Históricamente  se ha recurrido a los oráculos, juegos de azar, combate o guerra, duelos, mediación, arbitraje, tribunales, votaciones, etc. Esto de las votaciones es interesante porque en el conflicto por el poder o por cuál haya de ser el contenido de las normas que se dicten para la vida social, las elecciones significan excluir la violencia como método de solución y adoptar una resolución  pacífica y reglamentada.
Decimos también que el sistema jurídico -que los jueces tienen en cuenta- es una forma de resolver los conflictos tratando de excluir el uso de la violencia por los particulares, pero esto no significa eliminar el uso de la violencia totalmente porque en este caso queda reservada al órgano judicial. El juez hace uso de la amenaza de la fuerza y luego recurre a ella directamente, si por ejemplo tiene que ejecutar una sentencia contra un deudor, rematar un bien, desalojar. Que lo haga considerando un objetivo o meta legítima, no le quita su carácter violento.
Concluimos entonces en que el sistema jurídico, recurrir a los tribunales, no es un método pacífico de resolución de controversias. Sí lo son en cambio, la  negociación y la negociación asistida por un tercero, como lo es la mediación.

III. La ventaja de la negociación frente a otros métodos. Si vemos el conflicto, nos decidimos a actuar y de manera pacífica, estamos bien encaminados. Hay quienes se paralizan, sólo perciben una amenaza, hay quienes reaccionan violentamente y otros que ni siquiera toman conciencia del conflicto. En estos casos las relaciones entre las partes se deteriorarán aún más, con pérdidas materiales y desgaste emocional. En cambio si, como nos enseñan los chinos con sus ideogramas, entendemos que la “crisis” es la conjunción de “amenaza” y “oportunidad” podremos analizar el conflicto en todos sus elementos y empezar a trabajar con una mentalidad abierta, creativa que nos pueda llevar a un resultado ganancioso para todos. Con esto quiero decir que las mentalidades que sólo conciben el resultado “ganador/perdedor” no son las proclives a negociar. Ganador/perdedor es por ejemplo, lo que determina una sentencia. Sentencia que por supuesto no significa que el “ganador” obtenga realmente lo que demandó. La negociación bien llevada se centra en los verdaderos intereses de cada parte, valoriza la comunicación, plantea alternativas, focaliza las cuestiones a resolver, neutraliza las escaladas, no se detiene en los enfrentamientos personales, y busca la conciliación gananciosa para todos. Obviamente, no es la panacea universal. Hay individuos cuyo objetivo es “derrotar” al otro, sea de un puñetazo o por la vía legal, blandir la sentencia como un triunfo personal cuando se trata de derechos y obligaciones legales, sin importar si eso les reporta un beneficio real. Y por otro lado, existen cuestiones que se consideran “no negociables” como el buen nombre y el honor. Recordemos también que la mayoría de los conflictos no son “solucionables” recurriendo al orden jurídico porque las partes ejecutan conductas enfrentadas pero permitidas. Decimos entonces que la negociación es buena porque mantiene las relaciones, respeta a las personas, atiende a las distintas pretensiones y nos da la posibilidad de superarnos, sin ser superados por los conflictos o las crisis (como decía Einstein…). El cuentito de la naranja se repite a menudo cuando a través del diálogo, los objetivos que aparecían en un momento como totalmente incompatibles, encuentran otras formas para ser alcanzados que no significan la “derrota” del otro. (Un cuentito clásico de negociación refiere el enfrentamiento de dos partes por la posesión de una naranja. El conflicto sólo pudo ser resuelto cuando ambas revelaron su interés: una quería tomarse el jugo y la otra quería hacer cascaritas para un postre).
IV. La mediación como negociación asistida. Frente al conflicto y decididos a negociar, podemos intentar este proceso de negociación, del que hablamos. En muchos países, la negociación es la regla y el juicio, la excepción. Incluso las grandes compañías pactan recurrir a negociaciones privadas para resolver sus diferencias, tengan o no tinte legal. Desde ya que de afamadas universidades extranjeras, han salido lúcidos, expertos negociadores que siguen enseñando estas prácticas, que algo de arte tienen.
Según el caso y su complejidad, las partes pueden sentarse a una mesa, con o sin asesores, buscando entenderse directamente o pueden recurrir a un tercero que guiará el proceso, utilizando determinadas técnicas y herramientas para facilitar el diálogo y arribar a un acuerdo. Este tercero, neutral, imparcial, se llama mediador y en un ámbito de confidencialidad, facilita el acercamiento y la creación de propuestas. Si se trata de cuestiones enmarcadas en las normas legales, el acuerdo evitará el juicio.
La llamada “mediación prejudicial” se encuentra prevista en nuestro país, desde mediados de los 90. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, tiene carácter obligatorio para las cuestiones patrimoniales básicamente (con algunas exclusiones) y ya rige para otras provincias como Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos, Tucumán, y otras, pero no en todas es obligatoria. (Hay una vieja discusión sobre la “obligatoriedad” como contraria al espíritu de la mediación). Ha demostrado ser eficaz en la resolución de conflictos familiares y otros, reduciendo notablemente el nivel de judicialidad. Aquí en la Ciudad, el acuerdo tiene los efectos de la sentencia, ahorrando tiempo, dinero y desgaste de los involucrados, actuando siempre un abogado registrado como mediador, con preparación específica.  Creo que los argentinos tenemos afinidad con lo controversial y no ha sido fácil ni rápido el cambio de paradigmas. Pero de a poco, se van valorando los resultados y ampliando los campos de actuación. Hoy hay programas de mediación escolar y algunas experiencias incluso en mediación penal, con limitaciones en este último caso, obviamente. Es importante la difusión de la mediación como forma pacífica de resolver las controversias, dando a conocer sus ventajas y formando mediadores.  Son las personas interesadas las que sientan en la misma mesa para ser oídas y oir también a los otros; a veces no tuvieron una oportunidad anterior para ello por lo cual valoran la mediación,  incluso cuando no es posible arribar a un acuerdo. Es interesante ver cómo se amplía la capacidad de escucha en muchos casos y se cambia el clima, logrando pacificar. La mediación puede contemplar soluciones que un juez no puede dar, porque éste sólo determina quién gana y quién pierde. Las partes descartan ir a juicio cuando hallan más atractivo el acuerdo que ir a tribunales por años. En esta negociación, piden y ceden, logran y otorgan, ganando todos algo. Este espíritu rebasa al abogado mediador, se extiende a la vida toda de quienes se dedican a la negociación en sus diversas facetas.
Por eso la actitud y convicción sobre los valores de la negociación nos puede convertir en agentes pacificadores, allí donde nos encontremos. La escuela, la oficina, la fábrica, la empresa, todos son lugares donde esto se puede enseñar. Satisfacer nuestros intereses a través de la negociación debería  ser enseñado y practicado en todos los niveles para vivir mejor en el inevitable mundo repleto de conflictos que nos abren así, nuevas oportunidades.

 Susana Corbacho
 Abogada, negociadora, facilitadora en procesos alternativos de solución de conflictos, mediadora.

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